Unas buenas cervezas en la cantina y unas peleas con cadetes menores venidos a más le ponen a uno con los reflejos listos para asumir una nueva misión de defender los cielos terrestres de estas escorias alienígenas.
No llegamos a ver lugares que nadie conocía, no conseguimos alcanzar las puertas de Tanhauser como el capitán Alex, pero nos hartamos a matar naves nodrizas de gusanos blancos y azules.
Me voy satisfecho a las estrellas de los comandantes terrícolas no si antes agradecer el gran trabajo de mi vieja nave C128 que me acompaña desde la niñez y que tras largos años apagada me enorgullezco de su energía.